Creer duele, creer asusta. 

Nos aterra que las cosas no sucedan como queremos, cuando queremos. Para evitarnos ese sufrimiento, declaramos muerto lo que aun no ha muerto, desahuciamos deseos y necesidades antes de permitir que la realidad nos rompa el corazón.

Por el otro lado, también nos asusta nuestra incredulidad, pero a Dios no le asusta…

Porque la respuesta a nuestra incredulidad es Jesús, siempre es Jesús.

El profeta Isaías escribió acerca de Jesús: “No romperá la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde” (Isaías 42:3). Lo que quiso decir Isaías es que Jesús no da por muerto lo que nosotros damos por muerto.

Nosotros arrancamos las ramas quebradas.

Nosotros aplastamos al insecto moribundo.

Nosotros arrancamos deseos y aplastamos sueños cuando ya no vemos caminos por los que puedan hacerse realidad.

Pero, piensa esto: las personas dejamos de creer porque nuestra fe depende de los hechos, no del carácter de Jesús.

Dios abrió un camino en el Mar Rojo para que el pueblo de Israel escapara de los egipcios. No existía un camino por el que ellos pudieran escapar, pero Dios creó un camino donde no lo había.

No existía un camino ni la más distante posibilidad de que Lázaro pudiera resucitar, pero Jesús creó esa posibilidad.

Es verdad que Dios es todopoderoso, pero lo más relevante para tu vida es que Dios es bueno. Él abre caminos y crea posibilidades porque Él es bueno.

Date permiso de volver a creer. 

Deja que sea la bondad de Dios, no la realidad, lo que defina tu posición ante la vida. Amarra tu fe al carácter de Jesús. Si tú das algo por muerto, Jesús lo resucita; y no lo hace porque es poderoso, sino porque es bueno.

"Dios es todopoderoso, pero lo más relevante para tu vida es que Dios es bueno".

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