“Si no tengo amor, nada soy”.
Eso escribió Pablo, el apóstol de Jesús. Ese mismo que fue llevado al paraíso, en donde “oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar” (2 Corintios 12:4 RVR1960).
El mismo que expulsaba demonios en un instante y a quien Jesús mismo se le apareció.
El apóstol más poderoso de toda la historia reveló su secreto: amor.
Si tú quieres vivir la expresión más poderosa de tu vida, necesitas estar enamorado.
Es verdad, necesitas poder y gracia (entre otras cosas) para cumplir el propósito de tu vida, pero sin amor no llegarás muy lejos.
Siendo prácticos, el amor por Dios es un deseo ardiente que consume el corazón. Es sentir la dulzura de estar cerca de Él, pero también el hambre y la desesperación de no estar lo suficientemente cerca. ¡Es estar enamorado!
El rey David escribió bastante sobre este amor: “Mi alma tiene sed de ti; todo mi cuerpo te anhela” (Salmo 63:1NTV); “Dios mío, sólo una cosa te pido, sólo una cosa deseo: déjame vivir en tu templo todos los días de mi vida, para contemplar tu hermosura” (Salmo 27:4TLA); “anhelo y hasta desfallezco de deseo por entrar en los atrios del Señor” (Salmo 84:2NTV).
Nada es tan poderoso como el amor. Ni el compromiso, ni tus sueños, ni tu llamado podrán sostener tu fidelidad hacia Dios como lo hará el amor.
Es verdad que hacemos locuras por amor.
Por amor, uno es capaz de perderlo todo o hacerlo todo.
No hay un corazón más poderoso que el que está enamorado de Dios. Antes que cualquier otra cosa, busca y desea tener este amor.